domingo, 21 de agosto de 2011


La familia y siete más
18.08.11 - 00:14 -
MARÍA JOSÉ TORREJÓN | CÁCERES.

Tres pisos tutelados acogen en la ciudad a quince personas con discapacidad
Un matrimonio y sus hijas acogen en su vivienda a discapacitados psíquicos

MARÍA JOSÉ PÉREZEDUCADORA

«Te enseñan a valorar lo que es esencial; para ellos es importantísimo la lealtad»
JOSÉ MARÍA TOVAREDUCADOR

«Psicológicamente te afecta mucho porque no desconectas y tienes mucha responsabilidad»
Esta semana una noticia ha sobrecogido a la opinión pública. Tres menores con discapacidad aparecieron el lunes asesinados supuestamente por su cuidadora en una vivienda tutelada en la localidad vallisoletana de Boecillo. El inmueble estaba gestionado por Mensajeros de la Paz, la oenegé presidida por Ángel García Rodríguez, más conocido como el padre Ángel.
En Cáceres hay en la actualidad tres viviendas tuteladas por la administración destinadas a discapacitados. Dos de ellas están ocupadas por personas con un trastorno mental grave. Y en la otra habitan siete discapacitados psíquicos. En total, entre los tres pisos de la capital suman una quincena de inquilinos. A estos tres inmuebles hay que sumar un cuarto piso ocupado por diez jóvenes con síndrome de down, que conviven bajo la supervisión de profesionales especializados para aprender a tener una vida autónoma e independiente.
Se da la circunstancia de que la vivienda destinada a discapacitados psíquicos protagoniza una experiencia única en el país. A diferencia de lo que ocurre con el resto de inmuebles tutelados por la administración, en éste sus ocupantes conviven durante las 24 horas del día, los 365 días del año, con una familia: un matrimonio de educadores y sus dos hijas de 12 y 9 años. Aquí no hay cuidadores por turnos.
Basta echar un vistazo al buzón de correos colocado en la fachada del número 52 de la calle Potosí, en Nuevo Cáceres, para advertir que en su interior reside una familia muy numerosa. Los educadores José María Tovar y María José Pérez están al frente de la casa. Comparten vivienda y vida con sus dos hijas biológicas, María José y Alicia, y con otras siete personas más. Se trata de Mimi (46 años), José (35), Sole (34), Tomás (27), Vanesa (23), Maribel (26) y Beatriz (22).
Chema y María José comenzaron con el proyecto en 1993, cuando eran una joven pareja de novios. Cinco de los siete discapacitados que en estos momentos viven con ellos llegaron a su vivienda hace 18 años. Han recorrido el camino juntos. Procedían de familias desestructuradas y, hasta entonces, lo único que conocían eran centros de acogida. Nada que ver con el calor de un hogar.
María José y Chema reciben una subvención de la Junta de Extremadura por cada uno de sus inquilinos para hacer frente a gastos como el alojamiento, la alimentación, la luz o el agua. «La ropa se la compran ellos con la pensión que tienen», especifica el cabeza de familia. José es funcionario. Aprobó una de las plazas que la administración reserva a personas con discapacidad. Trabaja como conserje en los Servicios Territoriales de la antigua consejería de Igualdad y Empleo de la Junta, situados en la avenida de Hernán Cortés. El resto asiste a los talleres ocupacionales de Novaforma, una asociación que promueve la integración y promoción profesional, laboral y social de las personas con discapacidad.
Al igual que el inmueble de Valladolid, el primer piso que María José y su marido ocuparon también estaba regentado por Mensajeros de la Paz. El padre Ángel, a quien conocieron a través de una amiga en común, les sugirió embarcarse en el proyecto. Y ellos afrontaron el reto. En el año 2000 decidieron desvincularse de la oenegé. Crearon entonces su propia asociación (se llama Nace) y cogieron las riendas directamente de la vivienda. Sin intermediarios.
La experiencia
Llegar hasta aquí no ha sido fácil, reconocen. «Las normas no son distintas a las de un centro. Lo que ocurre es que, al haber más cercanía, el educador está más encima del chaval. Para ellos somos un referente», aclara Tovar. Su modelo de vida tiene pros y contras. «Creo que lo más positivo de todo es que a mis hijas se les está educando en un ambiente de solidaridad y ayuda», apostilla. «Son niños que no tienen dobleces. Te enseñan a valorar lo que es esencial. Para ellos es importantísimo la lealtad. Son muy cariñosos y fieles», comenta María José.
«Psicológicamente te afecta mucho. No desconectas. Y tienes mucha responsabilidad. Pero la ciudad de Cáceres nos ha beneficiado muchísimo para que este proyecto sea una realidad», cuenta Tovar cuando enumera los aspectos menos favorables de su experiencia. Ellos han tenido que enseñar a los siete a ser autónomos. Los muebles y electrodomésticos de la cocina están adaptados para que pueden hacer uso de ellos. Ya saben que antes de abrir la puerta deben mirar por la mirilla y que solo deben atravesar la calzada por un paso de peatones. Arreglan sus cuartos todas las mañanas. Les gusta hacer una visita semanal a la hamburguesería y no se pierden ni un capítulo de la serie de televisión 'La que se avecina'. Entre las aficiones personales destaca la pasión por los puzles de Vanesa, la buena mano de Sole y Maribel con el punto de cruz y la melomanía de Tomás.
La noticia del pasado lunes ha sobrecogido a los ocupantes del unifamiliar de la calle Potosí. Han seguido todas las noticias derivadas del caso de Boecillo. «Entiendo que son situaciones límite. No puede haber una persona sola durante todo el fin de semana con tres chavales con ese grado de minusvalía. Siempre que hay crisis se corta por el hilo más débil y a mí me da auténtico pavor pensar que ahora se pueda recortar en estos ámbitos», concluye Tovar, al frente de la familia y siete más.

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