miércoles, 14 de diciembre de 2011

29.11.2011.
Mi hija Down me ha enseñado la redención en la imperfección

No podía creerlo cuando lo escuchó. Es más, incluso pensó que su vida se habría terminado definitivamente en el momento en que su hijo naciese, allá por enero. Éstos eran los sentimientos que Kelle Hampton, una joven madre de Florida casada con Brett en el 2007, experimentó cuando el médico le dio una de las noticias más fuertes de toda su vida: su hija Nella Cordelia tenía Síndrome de Down.

Por Juan Antonio Ruiz | contintadeesperanza.blogspot.com

Pero retrocedamos en el tiempo y veamos cuál fue el camino que Kelle recorrió. Así lo relata ella misma: «Al principio, me sentía lista para dejar de lado mi oasis de confort y atravesar la dificultad, porque sólo así podemos cambiar el guión de nuestra vida y transformarla de aburrida a una de Óscar».
Pero no bastaba con "decidir tomar el toro por los cuernos" y lanzarse. No. «Debo ser honesta: hasta ese momento lo más difícil en mi vida sólo había sido tener a mi marido Brett lejos de casa por trabajo [...] Después esperar un segundo hijo. Perder uno; y quedarse de nuevo embarazada. Parecía tan real y, al mismo tiempo, un sueño. Preparar y tener todo en orden... perfectamente: la música para el momento del parto, las mantas hechas a mano y dobladas, todo lo necesario para el regreso a casa, el blusón que había comprado para la ocasión [...] Todo iba exactamente como pensaba e incluso mejor».
Por fin, llegó el momento del parto y a Kelle sólo le venía el pensamiento de que estaba por conocer a su hija. Y así fue. ¿Y cuáles fue su reacción?
«Entendí desde el primer momento que tenía Síndrome de Down, aunque nadie lo quisiese así. La tenía en brazos y lloraba... Ése fue el momento definitivo y que más me ha marcado en mi vida, el inicio de mi historia». 
No fue fácil, pues Kelle no dejaba de pensar en la posibilidad de que fuese otra niña, la que murió en su vientre antes, y no ésta, que no se esperaba. Pero la mirada y el cariño de los amigos la sacó adelante; incluso se apoyó en la fe de su padre:
«Pedí que dejasen entrar a mi padre a mi habitación. Él me sonrió y mientras sus ojos se llenaban de lágrimas me dijo: "No te preocupes. Nosotros la amamos". Cargó en brazos a mi hija y yo le pedí que dijese una oración. Y ahí, en la sala de parto, en donde antes había entrado ya muchísima gente, todos se reunieron alrededor de mi cama. Mi padre oró y dio gracias a Dios por el don de la vida de Nella y por las cosas maravillosas que había planeado para nosotros: para nuestra familia y para Nella. Amén». 
Y entonces sucedió uno de los momentos claves para el cambio de Kelle: «nunca olvidaré el momento en que llegó mi primogénita al hospital y tomó en brazos a Nella. Yo miraba la escena con agonía, en lágrimas; pero también con admiración, pues mi pequeña me enseñó a amar. Me mostró lo que es un amor incondicional, el que se lleva a cabo cuando no existen los estereotipos».
Llegó la noche... y con ella más agonía. A Kelle le venía la tentación de huir, de llevarse a su esposo y a su hija primogénita lejos, a su mundo perfecto. Pero fue la visión de Nella, justamente, la que le cambió: «Nella se convirtió mi promemoria constante: la vida no es una cuestión de etiqueta. No. La vida tiene como fin el amor, conocer y experimentar la verdadera bellaza. Esa para la que hemos sido creados». 
Y de esta idea nació también su blog: Enjoying the Small Things. Ahí Kelle cuenta su vida cotidiana con sus dos hijas, en donde ha aprendido a amar las pequeñas cosas, a contarlas y a fotografiarlas. Con sus posts, Kelle enseña a muchas madres a serlo de verdad, y a encontrar felicidad incluso donde parece no estar presente. Aquí un botón de muestra de su post del pasado 1º de noviembre:
«La gratitud es un modo de vivir más que una lección [...] y el mejor modo de enseñarla a los hijos es viviéndola nosotros [...] reconociendo cada pedazo de belleza que nos rodea. Antes enseñaba a mi hija la gratitud obligándola a decir gracias... con Lainey me preguntaba siempre si hacía lo correcto cuano la hacía llorar al negarle un juego, por ejemplo. Ahora me sorprendo siempre menos preocupada de la lista de deberes para descubrir por el contrario la gracia que significa mi casa, el instante presente, mi conciencia sobre el bien [...] Quiero que mis hijos se den cuenta de lo que me conmueve el mundo, pues sólo así podrán aprender a apreciar también ellos las cosas pequeñas». 
Los comentarios de otras madres no se hacen esperar: «Gracias por haberme dado un lugar en donde encontrar un punto de apoyo»; «doy gracias a Dios porque tú, Nella, Lainey y el resto de tu familia habéis entrado en mi vida, aunque sólo sea por internet»; «has cambiado, de verdad, el modo como veía la imperfección»; «me siento feliz de haber encontrado este blog en el que sigo tu camino. Has hecho una diferencia: para Nella, mi hija, y para todos los niños con Síndrome de Down».
Una persona dijo un día que los niños con Síndrome de Down sólo dan una mala noticia: el día de su nacimiento. El resto son todas buenas. Y seguramente Kelle estará de acuerdo con esto. Pues Nella le ha ayudado, según sus propias palabras, a «descubrir la belleza escondida en la presencia de las cosas». Eso que la misma Kelle llama como «la redención en la imperfección».

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