lunes, 4 de julio de 2011

Vivir la integración escolar desde dentro
Rosa Elena Román
Profesora del CEIP Santa Clara
Cuéllar (Segovia, España)

Mi experiencia
Quiero exponer brevemente algunas ideas que, como profesora y tutora en aulas ordinarias, en las que están incluidos alumnos con síndrome de Down, he venido desarrollando y tratando de llevarlas a la práctica diaria. Se trata, pues, de una experiencia estrictamente personal, con sus ventajas y limitaciones.
Mi experiencia en el trato con las personas con discapacidad, incluidas las que tienen síndrome de Down, me ha enseñado que el respeto, el cariño y la normalización, son las herramientas más importantes para tratar con cualquier persona, independientemente de su edad y de su discapacidad. Por eso hemos de plantear cualquier situación de aula de la forma más normalizada posible. Lo demás viene todo rodado, porque todos los alumnos responden positivamente a ese planteamiento. Si a esto se suman las actividades de aprendizaje cooperativo en donde se desarrollan proyectos, propuestas, se observa, investiga, experimenta, se intercambia se construye, se aprende…. sin perder nunca de vista el componente afectivo y emotivo de esas situaciones de aprendizaje, resulta que cualquier discapacidad termina por diluirse en los grupos y de esa manera puede llegar a todos los alumnos.
El trato
El trato con un alumno con síndrome de Down debe ser con absoluta normalidad, si bien hay que ajustar los aprendizajes a su nivel, haciendo las correspondientes adaptaciones curriculares.
Pienso también que es necesario intentar impartir los diferentes contenidos dentro del aula, en la medida de lo posible, porque siempre se aprende algo de cada situación en clase y de cada explicación.
En la clase hemos de poner mucho empeño en respetar y ayudar a desarrollar la individualidad y diversidad de cada niño al tiempo que se trabaja por hacer de ella un lugar de cooperación fortalecido por el intercambio y trabajo en equipo. Además eso permite reflexionar sobre nuestra propia práctica docente para ir introduciendo los cambios oportunos.
Junto al trato con el alumno, han de plantearse las relaciones con las familias. Ciertamente, su nivel de compromiso puede ser muy variado. Parto de la base de que son las primeras interesadas en la educación de su hijo. Naturalmente, dudan y tienen sus miedos, pero sobre todo respetan y valoran todo lo que a ella pueda aportarle algún aprendizaje y experiencia a todos los niveles: educativo, familiar y social.
Es preciso plantear una comunicación prácticamente diaria con un cuaderno de notas, a través del cual solventamos cualquier duda, incógnita o inquietud, a la vez que ambas partes estamos informadas de cuanto acontece a su alrededor.
Es conveniente reunirse una vez al trimestre, junto con el equipo de orientación, para comentar la marcha y el desarrollo de los aprendizajes tanto académicos como profesionales, e informar a su vez de la siguiente planificación trimestral, ya que ellos, en este caso, son una parte muy activa e importante en la educación de sus hijos.
Está por ultimo el trato con el resto de compañeros de profesión. He tenido buenas experiencias ya que el trato se ha desarrollado con absoluta normalidad, si bien es cierto que a veces, por desconocimiento, se pueden generar dudas sobre los aprendizajes. Pero, a medida que se va teniendo más información, se conoce, y con el asesoramiento y apoyo adecuado de los profesores especialistas (PT) y el equipo de orientación, se solventan y se ajustan.
Relaciones entre compañeros
Yo creo que la clave de esta profesión está en la educación integral y en ella considero que lo más importante son las relaciones que se establecen, en este caso en el aula; a partir de ahí se producen los diferentes aprendizajes. Para su grupo clase, el hecho de tener un compañero con discapacidad hace que desarrollen la capacidad de adaptación a la diversidad, lo cual les va a servir para enfrentarse al mundo real cuando salgan de la escuela.
En mi experiencia, los alumnos que comparte clase con un escolar con síndrome de Down suelen llevar juntos desde infantil, y la verdad es que lo perciben con mucha naturalidad y aceptación. Pero eso no quiere decir que en determinados momentos no surja algún problema o conflicto relacionado siempre con la forma de expresar las emociones. Suelo solventarlos con pequeñas dinámicas de grupo. Pero lo que más me inquieta es que, cuando acaben la escolaridad, pueda crear distancia y falta de comunicación entre ellos.
Ciertamente, es posible el trabajo en equipo de toda la clase, a pesar de tener alumnos con capacidades diferentes. Es cuestión de organizarse, y para ello pongo un ejemplo: Un día normal, tenemos un horario establecido en donde están marcadas todas las áreas que se imparten. Pues bien, en primer lugar, cuando todos han sacado su material de trabajo, hablamos un poquito sobre el contenido a tratar e intento hacer partícipes a todos de las cuestiones que se plantean; después pongo tarea para el grupo clase y así tengo tiempo para dedicarme a ella.
También intento correlacionar los temas de trabajo a través de fichas o ejercicios adaptados a su nivel, y si no se puede, como es el caso de matemáticas, doy primero tarea al alumno con discapacidad y luego explico al resto, y finalmente todos realizan sus ejercicios.
Procuro sentarles en parejas que van rotando quincenalmente y utilizo mucho la figura del compañero tutor que a todos les gusta tanto. Siempre me gusta terminar con alguna actividad común, bien en la pizarra digital o en pequeños grupos de trabajo, en donde me gusta que no falte nunca la comunicación.
Adaptaciones curriculares y organización del centro
Para elaborar las adaptaciones curriculares, siempre parto de una evaluación inicial que, sumada a cuanta información he podido recoger a través de la observación, relación, informes y entrevistas con todas las personas implicadas en la educación de ese alumno, me van a dar una idea clara de los contenidos que han de trabajarse.
Una vez hecho esto ya se pueden determinar las necesidades del alumno y, en colaboración con la PT, nos marcamos unas metas expresadas en objetivos, las secuenciamos por trimestres a lo largo del curso y comenzamos a trabajar.
La evaluación siempre me la planteo de forma continua y globalizada, pudiendo hacer cuantas modificaciones se vayan precisando.
En cuanto a la organización, a nivel de centro hay que tener establecido un buen plan de atención a la diversidad, en donde estén claramente contempladas la organización de grupos, apoyos y refuerzos.
A nivel de equipo exige una buena coordinación, planificación y trabajo conjunto, pero no mucho más que para el resto de los alumnos.
A nivel de aula, me parece importante normalizar en la medida de lo posible cualquier situación, que tengan la sensación de que todos son iguales. Trabajan con su material lo más parecido posible y compartan las mismas rutinas y responsabilidades de aula. Yo doy mucha importancia a esto. Si los alumnos tienen sus libros y cuadernos, los que tienen discapacidad también los tienen, aunque los libros son de otro nivel ajustado a sus necesidades; los mismos cuadernos, bolígrafos…, y así sucesivamente con todo.
Por último quiero resaltar que una relación cercana con los familiares es muy importante para que todo esto tenga éxito fuera de los muros de la escuela.
Para mi lo más fácil es desarrollar la clase, puesto que detrás hay un trabajo de planificación realizado de antemano que se ajusta en mayor o menor medida a sus necesidades, siempre intentando normalizar lo máximo posible.
Lo más difícil quizás sea conseguir una plena socialización y que se mantenga fuera del aula, ya que a medida que van creciendo los alumnos, van cambiando sus intereses y el problema es que no se producen esos cambios en todos a la vez. Pasa como en la vida misma, las relaciones sociales con la fuerte carga emocional que conllevan, son el tema más complicado de abordar, porque no se nos enseña mucho sobre este tema. Yo intento transmitir a mis alumnos, en la medida de lo posible, que el conocimiento y el saber no pueden darse sin la fuerza de la emoción y que poco podemos aprender si no intercambiamos afectos, ya que cabeza y corazón van siempre unidos.
¿Hasta dónde llega la inclusión?
La inclusión en primaria es una realidad que se rompe cuando llega a secundaria. ¿Qué haría falta para que un alumno con síndrome de Down estuviera bien integrado en un instituto?
Cualquier alumno va al instituto a completar su formación para que el día de mañana forme parte activa y útil en la sociedad. Pero allí el alumno con discapacidad intelectual encuentra determinados impedimentos: la organización, el hecho de salir a grupos de apoyo en la mayoría de las áreas, que a mí me parece que etiquetan a los alumnos, y la adolescencia, con todo el revuelo de intereses, valores y actitudes que eso acarrea. La verdad es que tal y como está planteada la secundaria me parece difícil la integración como tal.
Creo que haría falta una reforma, establecer un buen plan de estudios, que tuviera contemplado desde el momento en que llegan a secundaria determinadas alternativas semiprofesionales, para centrarse en una formación especializada sobre algún oficio determinado y que se ajuste a sus posibilidades, en donde se prioricen los aprendizajes que le vayan a servir para el desarrollo de su vida diaria y además pudiera ofrecerles prácticas, salidas profesionales hacia un empleo protegido. Sería como una mezcla entre los programas de cualificación profesional inicial (PCPI) y los módulos profesionales, pero desde el principio y más ajustados a sus características. De esa forma, su imagen hacia el resto de los compañeros que toman otras opciones y hacia ellos mismos, sería la de personas que se preparan para lo que he comentado al principio de la cuestión, que es formar parte activa de la sociedad preparándose para algún trabajo concreto.
Quizás este sea el tema más complicado de la educación, porque esto se ofrece desde talleres ocupacionales y centros especiales de empleo de determinadas asociaciones y entidades privadas, como alternativa al terminar su escolaridad obligatoria. Pero si se empezara desde la escuela pública y nada más entrar en la etapa de secundaria, creo que habría una mayor concienciación social de lo que supone una verdadera integración.

2 comentarios:

Programa de Desarrollo Psicosocial dijo...

Excelente artículo! Hay mucho por hacer en esta área. Cariños. Carmen

Rosa Luna dijo...

Carmen:
Es cierto, hay tanto por hacer... Ahora bien, los niños con síndrome de Down la tienen más fácil que los niños con autismo, en tanto que los estereotipos tejidos en torno a estos últimos son más negativos.
En términos generales, podríamos afirmar que la inclusión escolar es el mejor camino para las personas con habilidades diferentes siempre que sea de CALIDAD.
Cariños. Rosa